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El Atlas Dialectal de Madrid (ADiM) recoge la investigación que Pilar García Mouton e Isabel Molina Martos han realizado en dieciséis localidades rurales de la Comunidad de Madrid, concretamente, en Mangirón (M1), Buitrago de Lozoya (M2), Lozoya (M3), Patones (M4), Navacerrada (M5), El Boalo (M6), Alalpardo (M7), Meco (M8), Santa María de la Alameda (M9), Valdemorillo (M10), Robledo de Chavela (M11), San Martín de Valdeiglesias (M12), Cenicientos (M13), Carabaña (M14), Cubas (M15) y Colmenar de Oreja (M16), con objeto de estudiar un territorio que, pese a su cercanía a la capital de España, resulta bastante desconocido en la bibliografía especializada.
La necesidad del atlas se planteó en el marco de la colaboración española con el Atlas Linguarum Europae (ALE), donde quedó patente la falta de información dialectal sobre la Comunidad de Madrid.
El ADiM es un atlas lingüístico de pequeño dominio que, como es habitual en la tradición geolingüística, presenta una parte sustancial de sus resultados en forma de mapas (1188 mapas léxicos en esta primera etapa), que dejan ver las diferencias entre las hablas rurales de la Comunidad de Madrid, el origen y la dirección de las tendencias más marcadas que se descubren en ellas, sus zonas características, etc. Estos mapas corresponden a los informantes dialectales, un hombre y una mujer de cada uno de los 16 pueblos madrileños que forman la red de encuesta. Se trata de hablantes nacidos en la localidad y que han vivido la mayor parte de su vida en ella, con pocos estudios, y de edad comprendida entre los 55 y los 65 años. A cada uno se le preguntó el cuestionario dialectal completo, donde las preguntas de fonética y de morfología son las mismas para el hombre y para la mujer, lo que permite hacer análisis comparados de género a partir de los mapas resultantes.
Esta página está pensada para especialistas, pero también para un público amplio que tenga interés por la variación lingüística de esta zona castellana del centro peninsular. Además de los mapas lingüísticos, el ADiM va a incorporar textos orales, etnotextos y archivos sonoros. Todo en función de ampliar los conocimientos de la comunidad científica y de responder, al mismo tiempo, a la curiosidad o a la necesidad de los hablantes por saber de manera sencilla cómo son las hablas rurales madrileñas.
Universidad de Alcalá
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